Fuiste, tango, un sentimiento roncador
donde el choma sus angustias cobijó
—cuando pronta pa’ l cambiaso
sin aviso ni embarazo
la percanta lo amuró.
Milonguitas y Grisetas tras cartón
te apagaron las estrellas y el farol
y la “pobre” Pipistrela
resultó ser una grela
más ligera que un avión.
Desde entonces no hacés más que criticar
a minones y chirusas sin parar
o a dolerte de la suerte
de una Ivonne que le dio fuerte
a la farra y al champán.
De la naifa, la honradez era un disfraz,
el garabo le sacaba el antifaz,
y después el cabronazo
con un lloro se iba al mazo
en tus notas, che gotàn.
Ya no funca tu prosapia de llorón,
sin embargo sos un capo en el salón.
¡Aflojá un poco la mano
que la naifa y el fulano
hoy están en transición!
Arman juntos la milonga y al safar,
cuerpo a cuerpo, de la fula soledad,
se sacuden la rutina
y se tiran serpentinas
en su propio carnaval.
Sólo un guiño, un cabeceo... ¡Qué genial,
abrazarse, delirarse, hola y chau!
Puede ser chica la pista
pero no hay quien se resista
a la transa de bailar.
Ahora vos de Celestina la jugás
y batís lo mismo sí, que no va más...
Agrandao por tu linaje
a la mufa das el raje,
milongueando sos lo más.
(Para final)
¡Agrandao por tu linaje
a la mufa das el raje,
vos, che tango, sos lo más!