La cancha tenía platea de pibes
con unos asientos pintados de azul;
a nuestras espaldas, un alto alambrado,
mi viejo mirando y la multitud.
La Voz del Estadio traía del cielo
la Marcha sagrada, el canto de amor;
aquella que hablaba del club más querido
que siempre había sido glorioso campeón.
Volverán las tardes aquellas, te juro,
Gasómetro hermano, aunque yo no esté.
Será en Avenida La Plata, tu calle,
tu barrio Boedo te verá volver.
Se oirá más fuerte que nunca ese grito
de “¡Ciclón!” bajando de la multitud.
Y tendrá la cancha platea de pibes
y asientos pintados de color azul.
De pronto un murmullo crecía incesante:
en cuanto ya El Nene picaba hacia el gol.
Un nuevo triunfo llegaba en la tarde
y un mar de pañuelos saludándolo.
Al irse ya todos vivir la aventura
de subir tablones, de a uno, de a dos:
mirar Avenida La Plata de arriba...
ver pasar la vida desde el escalón.