Aun creo estar mirando
tus manos delicadas
haciendo un envoltorio
con calma y devoción,
formándole orejitas
con el papel de estrasa
para mi compra escasa
de azúcar en terrón.
Si paso por la puerta
te silbo como entonces
y el eco del silencio
contesta con tu voz.
Te espero tontamente
soñando que una noche
se suban las persianas
y te aparezcas vos.
Almacén...
que te vio despachar
con la yapa de dar tu sonrisa también.
Almacén
yo quisiera comprar
por mirarte mirar y mirarte también.
Almacén
que cerró alguna vez
y que luego un cartel ofreció en alquiler.
Almacén...
Y te fuiste después.
Y nos vio sollozar...
Almacén...
Aún creo estar tomando
tus manos nuevamente
en el portón de enfrente
—mirando al almacén—
junando que no salgan
tus viejos a buscarte,
ansioso por besarte
y por tu amor también.
Te veo despachando
alegre y orgullosa,
tomando, primorosa,
la pala de latón.
O por la noche darme
permiso, sigilosa,
para entibiar tu rosa
detrás del mostrador.