En esta copa de pernod están sus ojos,
en este humo gris azul mi sueño muerto;
en este rojo amanecer sus labios rojos,
y el barco del olvido meciéndose en el puerto.
Un rato más y con su nombre y su recuerdo,
tendré que irma para nunca regresar;
por eso mi alma de pierrot quiere otra copa de pernod,
con el reflejo de sus ojos verdemar.
Sirva, sirva... cantinero
otra copa de amargura,
para ver en mi locura
esos ojos que yo quiero.
El amor del marinero,
¡tiene tanto sinsabor!
No lo pueden ver sincero...
Sirva, sirva... cantinero
otra copa de licor...
Tal vez la culpa no fue de ella ni fue mía,
—se dice tanto del amor del marinero—
que tuvo miedo de creer que la quería;
por eso la perdono, por eso es que la quiero.
También por eso cada copa que yo beba,
tendrá el reflejo de sus ojos verdemar;
yo seguiré con mi pernod y con mi sueño de pierrot,
en el olvido de mi barco de ultramar.