Ríe, mi pobre payaso tu falsa alegría.
Vamos, que el público paga y él quiere reír,
qué importa que tengas el alma a pedazos
y que luego llores en tu camarín.
Luce tu cara pintada con raros colores
vamos, que el público grita de tanto esperar.
La pista te llama, payaso, no llores
supieras lo feo que es verte llorar.
Y en su camarín
el payaso aquel,
desahogó por fin
su tristeza cruel.
Y volvió a leer
lleno de dolor,
el blanco papel
donde ella escribió:
Mi payaso, adiós,
no te quiero más,
me voy con mi amor
a buscar la paz.
Luego, dos lágrimas turbias besaron sus ojos.
Hizo el payaso una mueca queriendo reír,
rezó una plegaria postrado de hinojos
y frente al espejo volcó su sentir.
Sobre su vieja maleta lo halló un compañero
junto al retrato de novia que no pudo ser,
y el circo esa noche lloró lastimero
por aquel payaso que tuvo un querer.