Mis veinte, Buenos Aires, pelo largo y juventud;
la sangre alborotada, la energía, la virtud.
Ya casi los noventa de un país en borrador
que no cierra sus cuentas con la ausencia y el dolor.
Las manos presurosas por poder acariciar;
dos alas como brazos suspirando libertad;
el corazón pulsando con el ritmo de la edad
y una impaciencia loca de intentar.
Así me fui...
Buscando amaneceres sin olor a hollín,
cruzando la nostalgia para hacer raíz,
jugándome las horas,
temblando los silencios
de inciensos, chimeneas y blue jeans.
Nació este desafío de animarme a comprobar
que a veces no es la suerte quien gobierna la verdad.
El juego con sus reglas, la pasión, la soledad
ardiendo bajo el sol de otra ciudad.
El cielo está cercano, ¡ay! si lo puedo rozar,
mi voz, canción de siesta, se hace nieve en la amistad
y voy tejiendo historia, cosechando identidad
con el amor viajando en mi trovar.
Florezco aquí.
Anclada al paraíso que soñé elegir.
Mi alma echó semillas de ilusión jazmín.
Me abrí a tu torbellino,
cuerpeándole al destino...
y ahora “sur del mundo” sueño aquí.