Por fin has logrado, mujer de la calle
que un hombre decente se pierda por vos,
que hiera en su carne con odio asesino
quien un calabozo jamás conoció.
Mientras trabajaba de noche en la imprenta,
para que tuvieses el pan que te di,
vos hasta olvidando que tienes un hijo
mi nombre y el tuyo manchabas así...
¡Gata!, con un arañazo
pagas mi amor, inconsciente,
no merecés ni el balazo
que un hombre decente
te acaba de dar.
Y hoy, cuando el llanto te ahoga,
no es que estés arrepentida,
es al pensar que la herida
tu cuerpo de loca
te puede estropear.
Pero el precio de tu hazaña
lo pagarás algún día.
Yo estaba tranquila sentada en mi mesa,
hace unos instantes en ese café,
y un hombre de pronto allí se me acerca,
afuera me llama y salgo tras él...
Sin mediar palabra, sacando un revólver,
un tiro en el brazo cobarde me dio,
y ese caballero vio huir al canalla
y en ayuda mía, valiente acudió...
¡Mientes!, yo soy quien la ha herido.
¡Mientes!, no quieras salvarme,
solo el culpable yo he sido
y voy a entregarme, señor oficial.
¡Llora! no borra tu nombre
ni tu mentira indulgente
todo el dolor y el quebranto
que a un hombre decente
le has hecho pasar.