Anselmo Acuña, el resero,
cuando se siente cantor
en su humildad de gorrión,
tiene el alma de un jilguero.
Ni lerdo, ni perezoso,
manso y fuerte como un buey
Anselmo Acuña, el resero,
es un criollo de ley.
Tropa, tropa, tropa,
no la llores corazón...
Hermano de las estrellas
eran los ojos de aquella,
dos trenzas de seda negra,
coronaban su cabeza,
y era su boca una breva,
con una herida cereza.
Por qué que aumentar la tristeza...
no la llores corazón.