Llegaste a este barrio aquella tardecita
trayendo tu alegría como una bendición
y nuestra muchachada, al verte tan bonita,
retuvo en sus pupilas tu mágica visión.
Los mozos más apuestos, tenorios insinuantes,
vertieron en tu vida ternuras sin igual,
no te faltaron cartas rimadas y galantes,
desde el vulgar versito al fino madrigal.
En las noches silenciosas,
al pie de tu humilde reja,
se elevó la tierna queja
del ignorado amador.
Y su amoroso lamento
no logró turbar tu calma
ignoraba aún tu alma
el encanto del amor.
También vos palpitaste y un día conociste
la dicha más suprema: sentir una pasión.
Y aquel muchacho bueno, tan pálido y muy triste,
quién sabe con qué frase ganó tu corazón.
Al ver que hoy te casas, el barrio entristecido
presiente que otra piba más linda no ha de hallar,
y aquellos que te aman, al ver que te han perdido,
quién sabe cuántas noches tu ausencia llorarán.