Para N. D.
Muere la luna cansada
sobre el color inicial
de nuestra calle que ahora
despierta y demora su rojo puñal.
Pongo en el fuego las manos
por este amor que al llegar
nos va saldando las deudas,
nos besa las penas y empuja a olvidar.
Muere en el aire un recuerdo,
nace otra flor en la sed,
bebo en tu boca temprana
la chispa lejana que vuelve a encender.
Yo que crucé moribundo
los barrios del mundo sangrando el ayer.
Baja a tu sombra la luna,
sube hasta el día tu voz,
desde los troncos sin aves
el día nos trae su incendio mejor.
Caen tus ojos de hembra
desde las ramas del sol,
como los frutos que el fuego
madura en el viento quemando un adiós