Como una herida sangrienta
de una feroz puñalada
y que en mi ser se alimenta
para que siempre la sienta
y nunca quede cerrada.
Así el recuerdo prendido
de nuestro amor me quedó
y si me echaste al olvido,
no sé si te habrán querido
como te he querido yo...
Suena campanita misteriosa,
vuelve tu tañido a repetir,
como la noche amorosa
que entre doliente y quejosa
no me dejaba partir...
Noche que aún recuerdo soberana
cuando el reloj tocó las diez,
desde una torre cercana
y que a una patria lejana
marchaba poco después.
Y así marché vagabundo
por esas tierras sin calma,
llevando siempre en el mundo,
como un recuerdo profundo,
tu imagen dentro del alma.
Tu imagen que, si supiese,
por qué santa la emplacé
y que aunque tú no creyeses,
por adorarte mil veces
la de ella sacrifiqué.
Y eso, que sacrílego ofendía
todo por querer mi corazón,
en tu homenaje lo hacía
porque sino, no tendría
para mi falta el perdón.
Pobre viejecita encanecida,
dame tu perdón si te ofendí,
tú que eres buena y sentida
para que nunca en la vida
se olvide, madre, de mí.