Te dejé una tarde
que me fui del cuarto
creyendo que nunca
querría volver;
celebrando irme
festejando ufano
que atrás se quedara
la dulce niñez.
Y volé tan alto
que alcancé el Infierno,
y el profundo abismo
conocí también
cuanto más subía,
cuanto más bajaba
más te recordaba
mi avión de papel.
La vida planea otros rumbos
detrás de horizontes que uno ni soñó;
y al perderse en rutas de engaños
uno olvida de dónde partió.
Hasta que de pronto se da cuenta
que el vuelo fue inútil y quiere volver
al cielo de afectos, ternuras y calma,
al hangar del alma mi avión de papel.
Te dejé en el patio
que sombreó la parra,
quedaste en el aula
y en el terraplén,
y en aquellos versos
que llevaste en vano
a sus tibias manos
mi avión de papel.
Hoy daría todo
por seguirte el vuelo,
por correr de nuevo
por el barrio aquel;
imitar tus alas
los brazos al viento,
tu motor mi aliento
mi avión de papel.