Con un hasta luego, muchachos... se marcha
y deja flotando la fuerte emoción
del último tango que canta esa noche
con cosas que saca de su corazón.
Se marcha, se aleja, es trino, es ansia
de pájaro errante su voz y el afán
de darle a los vientos su canto de embrujo
y andar por caminos que lo alejarán.
Acaso la muerte no quiere que cante
y quiebra las alas del pájaro aquel
y se hace el milagro que quede en el tiempo
cantor y muchacho, Carlitos Gardel.
Su voz está viva viajera en el aire
viajera como esa tarjeta postal
que bajo la gracia porteña del gacho
pasea el donaire de nuestro zorzal.
Carlitos no ha muerto, dejó Buenos Aires
con ese hasta luego, y en gira triunfal
se fue por el mundo llevando en los tangos
la musa doliente de nuestro arrabal...
Y el tiempo que todo lo borra, y que tiene
de echarlo al olvido tal vez intención
no sabe que Carlos está de regreso
que está con nosotros en cada canción.