Allá en una mísera piecita
humilde y sencillita
sin brillo ni color,
toda llena de obscura tristeza,
donde se ve la pobreza
tan solo en su interior.
Porque todo el encanto se ha perdido
para jamás volver,
por la que se escapó,
se halla una pobrecita mujer
que sufre al comprender
que sola se quedó.
Es una buena viejita
de esas que saben amar,
la que llora en ese hogar
sentimental y tristón,
su negra desolación
por la nieta que se fue
sin saber nunca por qué.
Cometió tan mala acción,
tal vez algún gavilán,
malvado y trasnochador.
Al nidito soñador
llegó con fiera intención
y engañar el corazón
de la que mal se portó,
con la abuela que dejó
sin una dulce ilusión.
Con todo que la aconsejó
la suerte se la arrebató,
en vano las noches pasó
cuidándola hasta que voló.
Por eso
la llora
con honda
ternura.
Y espera
la hora
de verla
volver.