La noche es un bozal que me atraganta
las frases que le grito a tu partida,
será que a plena luz llevo una herida
tatuada en el lugar de la distancia.
La calle es un ritual que me desangra
los pasos que me arrastran a tu esquina,
tal vez en mi dolor está encendida
la marca más feroz de la nostalgia.
Los vientos de tu boca me revuelven,
las sombras se me sientan en los huesos,
mi historia es un nidal donde se duermen
los pálidos gorriones de un infierno.
¿Qué labio cantará por lo perdido?,
¿qué luna va a crecerme en el pellejo?
¿qué boca de guitarra echando olvidos
tendrá las flores muertas de los besos?
La mano de volver es una trampa
que sigue revolcándome en la herida,
la tarde es una sombra ya amarilla
que muere sobre el filo de mi alma.
Y ahora que es de luto la baraja,
ahora que no sirven las apuestas,
tus manos van tajeando esta tristeza
con hilos de carbón de la distancia.