Están amarrados junto a la ribera,
los barcos ya viejos de tanto navegar
y en medio la noche, al verlos de lejos,
parecen fantasmas de rojo mirar.
Cruzan las callejas las pobres mujeres
que vienen del centro y ofrecen su esplendor
a los marineros sedientos de besos,
ingleses borrachos hediondos de alcohol.
El “Music Hall” ríe, todo es fiesta allí,
la orquesta ejecuta un tango llorón;
mientras sollozando la pobre Mimí
saca un relicario de su corazón.
Allá un gringo curda rezonga un cantar
quizá recordando su patrio rincón;
la ronda se escucha, comienza a clarear
y el viento en las jarcias silba su canción.
Pasan los borrachos, se van las mujeres,
las tiendas que se abren parecen bostezar
y la caravana cruza como puede
el puente gigante que viene y se va...
Y un himno a la vida del rudo trabajo
entonan los pitos con estridente son;
la pobre obrerita despierta a la vida
y deja en el sueño muerta su ilusión.