Allá por Pedro Mendoza,
bien cerquita ‘e la ribera,
aún existe la tapera
de madera y de latón,
donde vivía mi diosa,
mujercita arrabalera,
que en aquellos tiempos era
de mi vida la ilusión.
Aún existe aquella parra,
que tantas y tantas veces,
había sentido las preces
de mi encendida pasión.
Al tener entre mis brazos
a su cuerpito bien preso
y depositarle un beso
con la más dulce ilusión.
¡Viejo barrio!,
que conservas el recuerdo
de aquellas noches de invierno
que por tu orilla vagué,
hilvanando en mis locas ilusiones,
recorría los bodegones,
casi hasta el amanecer.
Hoy, de nuevo, vuelvo a verte,
vuelvo a oír en las cantinas
tus canciones que la rutina
de tu vida no cambió.
Aún existen en tus muelles
aquellos barcos de vela,
que, en un brochazo, Quinquela
tan fielmente ilustró.
Viejo barrio, viejo amigo,
que conservas tu pasado,
hoy que regreso amargado
a recordar mi dolor,
una honda melancolía
me hace llorar como un niño
y me voy con tu cariño,
prendido a mi corazón.