A Eladia Blázquez
Quedó en Avellaneda el corazón.
No fue casualidad, o insensatez;
prendió esa geografía de niñez,
osada timidez, toda pasión.
El vientre de tu piano acarició
la cálida insolencia de tu voz;
orfebre de palabras sin timón,
moldeada inspiración que te habitó.
Tu vuelo de nostálgico gorrión
honró la sinfonía de vivir;
tal vez fue sin querer, mas no fue sin sentir,
que al viento desplegaste tu canción.
Trepó tu fiel coraje a la estación
de los que no se oxidan al morir.
Volveme a repetir que puedo revivir
al niño que dormido se quedó.
Agosto con su frío dibujó
en tu almohada de luna un simple ¡Adiós!
y te crecieron alas, y piolín.
y tu aventura eterna despertó.
El gris de Buenos Aires va a extrañar
tu risa luminosa de carmín;
y el pulso de tu mano que esparció
pedazos de su historia, de bruma y adoquín.