Total cruel angustia, fatalmente nada;
color del tabaco y viejo perfil,
se posa en la calle y roba las ganas;
se ahoga en el vino de un muñeco gris.
La noche recorta figuras quebradas,
fantasmas barcinos, cuerpos de aserrín.
La lluvia, muy niña, juega en las terrazas,
cristal fugitivo, capricho de abril.
¡Quedamos tan solos, bandoneón tan solos!
revisando miedos casi sin querer.
Muy ciegas las manos las teclas repasan,
con una caricia que no pudo ser.
Qué pena inútil mirar cómo saltan
esos duendes rengos, locos, del ayer.
Y unos ojos tristes ignoran distancias,
para estar presentes cuando den las diez.
Redonda la suerte, moneda gastada,
da mil volteretas y cae de cruz.
Un Dios que conoce todas las palabras,
olvida aquel nombre y dice Jesús.
La lluvia renueva aún sin nombrarlas,
figuras de niebla detrás del atril.
Y un tango pasea enfermas nostalgias,
por calles desiertas, capricho de abril.