Carlos, el Zorzal
Llueve Buenos Aires, la angustia del recuerdo
rezonga el tango con bramido bandoneal,
el sonido desde sus notas esculpe el cielo
llegando la nostalgia, donde todo es inmortal.
Los ángeles danzan
las octavas cadenciosas.
Delibera en tango
la voz del arrabal,
con susurros de esperanza
las notas se abren paso
abrigan el tango con manto de ciudad.
Los traviesos querubines
con trompeta muy brillantes
enredan los compases
al ver al gran cantor
quien los mira sonriente
haciendo un breve guiño
luciendo con estilo
el funyi compadrón.
El tango sube y sube
se une a Carlitos
quien atrapa los arpegios
poniéndole su voz.
El fueye aireando notas
acompaña al zorzal
y así el tango
vuelve a ser real.
Deslizando dulzura
se escucha esa voz
cae con la llovizna
todo es emoción.
El Abasto se viste
de cielo y empedrado
levita por las calles
el tango engalanando.
Así canta Buenos Aires
cuando el sol llega al cenit.
Así canta Buenos Aires
porque no puede dormir.
Buenos Aires, Buenos Aires,
Buenos Aires es el jardín
acapara así mi alma
que no quiere sufrir.
Es la cuna donde mece
el vaivén del corazón.
Me dice el sortilegio
en el tango estás vos.