Hay un bohemio que camina
por el gris
en un país
de cartoneros gatos.
Y las veredas
son carteros fieles
de esos papeles
que se pegan al zapato.
En las esquinas, sólo la luna,
se sienta y juna
desde el cordón
como ese pibe
que el mundo olvida
busca comida
entre el montón.
El sol nunca se entera de estas cosas
y la noche es la que tiene que cuidar
que algún poeta no se pase con las copas,
que algún travesti no se quede sin la ropa
y que la vida siga en su lugar.
En esa niebla de la madrugada,
el alma siente que, desvelada,
está más sola que la propia soledad.
A un loco lindo se le canta
por cantar
y va a estrenar
su voz desafinada.
Al tranco, un curda,
que escabió con ganas
chamuya solo
por la lenta madrugada.
Manos ansiosas juntan las sombras
y el hambre silba
sin compasión
mientras un pibe
que el mundo olvida
busca una estrella
que se durmió.