Acaso no lloré por él
pensando que jamás se fue
yo siempre escucharé su canto
susurro que me vio crecer.
La vida le negó, tal vez,
un fin, como al nogal, de pie,
queriendo proteger sus frutos
para no dejar de ser.
Chau, viejo Juan,
que ya no estás en mis mañanas
dele fumar,
junto a las rosas más tempranas.
Chau, viejo Juan,
compañero, padre, amigo.
Queda para siempre tu bondad.
Chau, viejo Juan,
chau, viejo Juan,
chau, mi querido Juan.
El tiempo no le dio vejez
y a todo le tenía fe
porque era un flaco corajudo
que nunca le temió al perder.
La muerte lo quitó, ya sé,
su intensa forma de querer
y su mirada confidente
que jamás olvidaré.