Te engrupiste con mi pinta abacanada,
te llenaste la sesera de ilusión
esa noche que te tuve arrinconada
de chamuyo muy bajito al corazón.
Te morfaste que era yo el rey de los pobres,
al hablarte de la herencia de papá,
de un asilo construido pa' los pobres
y mi auto de paseo Cadillac.
¡Che bacana, son macanas!
Yo no tengo más riqueza
que mi escasa ilustración,
por los libros bien leídos,
un cachito grande de alma
y otro cacho de ilusión.
Y mi viejo, si le vieras la silueta,
me hago cargo de la cara que ponés.
No es, ni en sueño, fabricante de peinetas
sino un pobre verdulero y calabrés.
Si la estancia que te dije, che pipiola,
esa sí que la tenemos de ilusión,
en los campos de la nuca, allá en Tendiola,
un país imaginario y chabadón.
¡Che bacana, oí bacana!
Lo del auto y del asilo
era un cuento de ocasión.
La nobleza que yo tengo,
con cigarrillos de veinte,
son dos vidas de bufón.