Chirusa, la más linda de las pebetas,
tejía sus amores con un Don Juan;
él, con palabras buenas y cariñosas,
le prometió quererla con loco afán.
Confiada en sus promesas, una mañana
ató toda su ropa y se fugó;
cegada por el lujo siguió la caravana
y el alma del suburbio así grito:
¡No dejes a tus viejos!
Cuidado che, Chirusa;
el lujo es un demonio
que causa perdición,
y cuando estés muy sola
sin una mano amiga
has de llorar de pena
tirada en un rincón.
Hastiada de la vida, sin un consuelo,
vencida para siempre por el dolor,
pensaba en sus viejitos que dejo un día
en la casita blanca donde nació.
El viento le traía dulces recuerdos,
pasajes de su vida llenos de sol;
y el alma del suburbio, hasta su pieza,
como una voz lejana le recordó...