Fue tu voz vencida cruzando la calle,
triste desengaño en el mismo instante;
el gris del fracaso y la palabra en blanco
doblaron la esquina sin dejar señales.
Ese impulso inútil, barriendo la tarde
con el gesto mudo del que ya no sabe,
se hizo grito y eco en tu propia boca
hasta derrumbarse como flor sin luz.
Esta tarde me encadena
como el sueño más tirano;
es el borde de la herida
y la sombra del metal.
Esa voz en la memoria
guarda siempre una pregunta;
esa voz es filo y punta,
una amenaza fatal,
un secreto y una duda,
el misterio y la verdad.
Cuánto ayer agitan las ramas del miedo
y el idioma negro que nombró el silencio.
Cuánta historia vale esa voz vencida
en la apuesta vana de la fe sin resto.
El temor que implora con su desaliento
frente a la certeza del amor desierto,
casi no se escucha cruzando la calle
doblando la esquina del adiós final.