Sólo por capricho nos puso el destino
frente a frente un día, sin darnos lugar
a mirar las zarzas del largo camino
que, unidos, buen trecho tuvimos que andar...
Ambos, ya cansados de buscar en vano
el “alma gemela” de nuestro ideal,
creyendo encontrarnos, nos dimos la mano,
¡y, sin ver, labramos nuestro propio mal!
Vino un día el desengaño
su dolor a contagiarme:
no llegaste a interpretarme;
no te supe comprender...
Y los nuestros fueron pronto,
sordamente y sin testigos,
corazones enemigos
que simulan un querer...
Aquel drama intenso de nuestras dos vidas
—náufragas, sin culpa, de dicha y amor—
fue abriendo en las almas las crueles heridas
que infieren los odios y ahonda el rencor...
Y el sueño dorado de la florescencia
de aquello que pudo ser loca pasión,
se esfumó en las sombras de la indiferencia
que llenó de escarcha nuestro corazón.