Qué solo madrecita me encuentro en este mundo
mi vida lentamente se hunde en el dolor.
Las noches son muy largas y el frío despiadado
va helando poco a poco mi pobre corazón.
Me falta tu cariño, tu aliento y tu sonrisa,
me faltan tus consejos, y el beso maternal.
¡Qué triste es todo esto!... ¡Qué solo que me encuentro!
Quisiera, madrecita, estar donde tú estás.
Un turbión de desdichas he pasado
me embrujaron dos ojos verdemar,
puse en ellos el resto de mi vida
y del brazo nos fuimos al altar.
Me embriagué al calor de sus caricias
y su amor dio consuelo a mi dolor,
mas duró lo que dura sólo un lirio
y se fue sin decirme un adiós.
Por eso, madrecita, te imploro de rodillas
que vuelvas mis plegarias al reino del Señor.
Me encuentro sin amparo, perdido en las tinieblas
y falto de cariño, de luz y bendición.
Quisiera que el destino de un golpe me cortara
lo poco de mi vida para no sufrir más.
Entonces, como un ave, mis alas cerraría
y al fondo del abismo iría a descansar.