Diez años transcurrieron desde entonces
cuando temblando llegué hasta ti,
diez años que sirvieron para hundirme
y quitarme hasta las ganas de vivir...
Entonces, buenamente yo soñaba
un mundo nuevo, para los dos.
Y Dios, allá en el cielo solo sabe,
hasta dónde yo he llegado por tu amor.
Cuántas veces en mi pecho has sollozado,
cuántas noches en mis brazos te he acunado.
Y esas horas de ternuras no han servido
para atarte como yo me ató a tu amor...
Otra boca hoy te seduce con sus besos,
y me dejas sin pensar en mi dolor...
Diez años que son mi juventud
destrozados por tu cruel ingratitud.
Ninguna como yo sabrá brindarte,
tanta ternura, tanta lealtad,
yo fui con tu dolor como una madre
como nadie te he sabido consolar...
Andate... No me dejes ni el recuerdo.
No quiero nada, nada de vos...
Que Dios allá en el cielo solo sabe
hasta dónde yo he llegado por tu amor.
(Para adaptarse al masculino cántese ésta última parte de la siguiente manera:
Ninguno como yo sabrá brindarte,
tanta ternura, tanta lealtad.
Yo fui con tu dolor como un hermano;
como nadie te he sabido idolatrar...
Andate, no me dejes ni un recuerdo,
no quiero nada, nada de vos, etc....
Que Dios allá en el cielo solo sabe
hasta dónde yo he llegado por tu amor.)