Sobre algún viejo olvido, respirando su aliento
de presente violento que le arruina la vida,
con la dosis escasa, arriesgada y prohibida,
al conjuro de alcoholes que disfrazan su mal.
Todo el día es de noche, todo el tiempo es de invierno,
toda calle un infierno tan descalzo y sin dientes;
desde el fondo acribilla ese miedo corriente,
y se excita el veneno, bajo un trago de sal.
Tanta ciudad le explota en la sonrisa
de aquéllos que cocinan con su jugo;
traperos que le asignan un mendrugo
en fiestas de la excelsa sociedad.
Y la verdad se agita entre los restos,
se aturde en el baúl de la basura,
sin fe, ni sol, con pena, tan a oscuras,
enferma de mentira y soledad.
Alguien alza la tapa, alguien quita los velos,
hay perfume a pañuelos memoriosos y blancos;
despabilan los ojos de ese oculto barranco,
y reviven historias, más allá del dolor.
Se desatan los nudos, se amplifica el coraje,
se retoma el obraje que proclama su vuelta;
de su cárcel absurda, la verdad es absuelta
y se torna esperanza, por un mundo mejor.
Tanta ciudad le explota en la sonrisa
de aquéllos que cocinan con su jugo;
traperos que le asignan un mendrugo
en fiestas de la excelsa sociedad.
Mas la verdad despoja su osamenta
de frágiles libretos ensayados,
enciende su coraje apasionado
y canta su canción de libertad.