La gloria es una vieja compinche de tu historia.
Tu cuna fue en Almagro, cerquita de un altar;
el gran Lorenzo Massa tu padre y consejero,
el barrio de Boedo, tu casa, tu lugar.
Después saliste al mundo y todos admiraron
tu clase incomparable, tu estilo sin igual;
llenaste de prestigio al fútbol argentino
cuando bailaste a Europa, por el '46.
Tu hinchada te recibe con todo el sentimiento.
De pronto, hasta el cemento parece un corazón,
que late con la fuerza del grito apasionado,
del grito enamorado, del grito de: ¡Ciclón!
¡El Ciclón! ¡El Ciclón!.
Carasucia del viejo tablón...
¡El Ciclón! ¡El Ciclón!
Santo y seña de un fútbol mejor...
¡Matador! ¡Matador!
canto gaucho de hoy y de ayer
¡Matador! ¡Matador!
¡La azulgrana se lleva en la piel!
Tu fibra matadora te viene desde siempre:
de Monti, de Scavone, de Arrieta y de Magán,
de Lángara y Zubieta, de Farro y de Martino,
de Basso y de Pontoni, de Gualco y de Rial,
de Greco y de Blazina, de Boggio y de Cancino,
de Fisher, de Facundo, de Scotta, de Doval,
de Irusta y de Carrillo, de Telch y del Bambino,
de Casá y Sanfilippo, de Veglio y de Villar.
Por eso, San Lorenzo, un pueblo de azulgranas
recibe tus colores cantando su ilusión.
La que les da la gloria compinche de tu historia.
La que les da la fuerza de ser de un gran campeón.