Saco azul, palco congelado
terciopelo negro y luna llena
Rivadavia y Rincón en el espacio
y tu melena.
Con las voces del tráfico encendidas
y la magia nocturna de los tangos
se han ido acomodando nuestras vidas
en este extraño sueño ciudadano.
Cuánta ciudad para un niño que amanece
pero cuántas mañanas tibias en los bares
con paraguas y lluvia por la calle,
como un gorrión el color de Buenos Aires.
Y me acuerdo de los árboles de infancia
de veredas rotas que ya andaba
de los días en sepia y de la radio
que lastimaba.
Desde el Puerto hasta el viejo Cementerio,
de Pompeya hasta el Río de la Plata,
se conformó la cruz de nuestras vidas
bajo un cielo prendido de nostalgias.