Siempre anduve firme en los caminos,
persiguiendo en mi destino
la alegría de cantar.
Todos los paisajes fueron míos,
y en soberbio desafío,
ambulé cielo y el mar.
Lunas orientales, sol naciente,
oro y plata del poniente
y el milagro de tu amor;
y aquella pena que al dejarte,
conmovió toda mi vida
al decirte: ¡Adiós!
Entre tus brazos, mi bien
ancló mi fe, pero mi suerte,
quiso llevarme a otros rumbos,
solo, solo, siempre solo
todo el mar entre los dos.
Mi amor, no me interesa el andar,
quiero volver, para besarte
y en cada beso jurarte,
que nunca mi vida, te pude olvidar.
Viejo bandoneón, no me reproches,
sin en el filo de esta noche
se me hiere el corazón.
Siento que el tiempo no espera,
que se va la primavera
con su dulce floración.
Pienso que su voz me está llamando,
la distancia desgarrando
éste siempre sin llegar,
la tierra es fuerte y nos amarra,
se quiebra mi esperanza
en la soledad.