Soy un cronista
sin tiempo,
con tiempo de sumadoras
de los hombres
que se afanan
para que llegue la hora.
Tiras interminables
de números sin otra cosa.
Donde el lunes es permanente
hasta que llega el viernes,
escapamos a los cines
y soñamos ser James Bond.
Nos rajamos a la cancha
y broncamos por el gol,
ése, que nos hizo el jefe,
¿fue orsai o no lo vio?
Pateá fuerte el desquite,
que mañana, qué sé yo.
Vengo a ensayar el rescate,
de ese sueño que murió,
dejen me llevo el fantasma
que es todo lo que quedó.
Y me piro azoteas
espantando a los gatos
o trepando chimeneas,
ésas que humean a ratos.
Dejen me llevo el fantasma
y lo bañaré de hollín
y lo amarraré muy fuerte
con una cinta sin fin.
Y lo esconderé en el hueco
del bostezo de las diez
y lo buscaré después
para que lo pites de apuro
entre el especial
y el huevo duro
en el bar americano,
hasta que otra vez, hermano,
vuelvan a darte las dos
y ése, que no sos vos,
se vuelva para el laburo.
Vengo a ensayar el rescate
de ese sueño que murió.