Cuando eras una papusa
y andabas bien empilchada,
eras la paica mimada
que a tu capricho reinabas.
A los hombres los tratabas
con el desprecio más rudo,
y más de un viejo platudo
por tu culpa se arruinó.
Pero llegó
también tu San Martín
y se acabó
tu fama de cartón.
Y la que fue
la flor del berretín
se convirtió
en otra del montón.
Y tu michét
con otra se arregló,
y te largó
sin decirte por qué,
y en la pensión
el dueño se cabrió
y te prohibió
la pieza y el buyón.
Del cabaret te espiantaron
y te prohibieron la entrada,
se te acabó la parada
te perdiste en el olvido.
Y un miserable vestido
tuvieron que regalarte,
pues causa pena mirarte
de pobrecita que estás.