Cuando en el fuelle oigo tu tango rezongar
ya no me puedo quedar quieto
y lo tengo que bailar
enlazando a su emoción
el latir del corazón.
Con su canyengue compadrito y entrador
desde el ayer sale a mi encuentro
todo el encanto de aquel tiempo
en que el tango era señor
en el salón.
Entre tango y tango, tango,
venga un tango y otro más,
meta cortes y quebradas,
meta milonga y compás.
Vengan tangos y más tangos
que ya no puedo parar,
me han copao con su cadencia
y enredao con su compás.
Entre tango y tango, tango,
venga un tango y otro más,
meta cortes y quebradas,
meta milonga y compás;
que no paren las orquestas,
que no dejen de tocar,
es la música del pueblo,
es la emoción popular.
Y, si al bailar, unos ojos me invitan a amar,
de los violines va surgiendo un dulce acento
que hondamente llega a mi alma
como un lamento.
Y, al trasnochar, con la luna plateando mi andar
allá en el barrio, un viejo piano dice un tango,
que el tango es canto y rango
de mi ciudad.