Verde estación donde soñar,
la que la vida me eligió.
Un recoveco maternal
de cuna y leche, sin reloj.
Crecí a la vera del amor,
entre la luz de una canción,
la candidez, el buen hogar,
un barrio escaso de hormigón.
Me vio crecer
algún tilo perfumado,
un jardín sin alambrado,
una ochava con buzón.
Esa función
de un domingo anaranjado
y ese gato enamorado
del gorjeo de un gorrión.
Con esperanza me alejé
a imaginar mi realidad;
una familia, un latir
le fui tejiendo a la ciudad.
Y aunque se coloreó de gris
de vez en cuando aquél farol,
al empedrado doy matiz
con el pincel de mi emoción.
Me ve intentar,
este cielo clandestino
que se asoma a mi destino
entre torres de neón.
En el vaivén
cotidiano del presente
que atravieso mansamente
al compás del corazón.