Brotan del cemento sin saber adonde van,
andan por las vías del país del “Nunca más”.
Como si el tiempo los ahogara,
como si huyeran de la nada
y no pudieran aprender sin dolor...
—lágrima sobre el verdor, son—
Callan la tortura de un pasado
como un pájaro enjaulado
que se traga la emoción.
Como un estigma, como una reja,
como un fantasma, como una queja...
Pisan sobre el fracaso sin mirar su raíz,
su historia que no ceja.
Sufren madrugadas de apestado berretín,
son sólo estatuas de hollín,
viejas palomas que prefieren emigrar
a otro lugar.
Rugen su silencio como grito en el desván
frío y solitario que lo esconde en un disfraz.
Cual marioneta que cargara
con una cruz sobre su almohada
y no supiera escapar del bajón...
—pálida luz de un rumor, son—
todas las locuras de un pecado
que no para y desampara;
son destino de cartón.
Brotan del cemento como impune monumento
que se olvida de vivir y de soñar.