Farolito de mi barrio, ya no luces
esa pinta que te hacía tan diquero
el olvido te ha dejado tan fulero
que te inclinas hacia el suelo en tu dolor.
A tu vista me recuerda a los muchachos
que embriagados en un tango lucían cortes
caprichosos, cual muñeco de resorte,
que la barra aplaudía con calor.
Farolito, y los pebetes
cuántas veces ensayaron
su puntería y lograron
tus vidrios despedazar.
Y el borracho peregrino
halló en tu luz bienhechora
consuelo hasta que la aurora
le viniera a despertar.
Farolito, cuántas veces a tu planta
se detuvo la pebeta sonrojada
al encanto de la frase almibarada
que el muchacho enternecido deslizó.
Y las veces que en las noches tenebrosas
presenciaste de los taitas el coraje
e impasible escuchaste el ultraje
que algún guapo a la paica le enrostró.
Y las pibas que paseaban
sus graciosos coqueteos
ansiando los galanteos
de los mozos del lugar.
¿Qué te queda farolito
de tantas cosas vividas?
¡Tan sólo sombras perdidas
que el olvido ha de borrar!