Exhalaron notas tristes los gangosos bandoneones
y giraron las parejas gravemente en el salón;
el ambiente encanallado trasuntaba tentaciones
y aquel tango que gemía era un requiem compadrón.
Esa noche había llegado el muchacho calavera
más enfermo a la milonga, más vencido por su mal;
y en el culto a la garufa que él rendía a su manera
se escondía un gran cansancio tras un trágico final.
Ríe y baila,
muchachito calavera,
confiando en el cartón que da la suerte;
mas no ves que atrás está la muerte
reservándote el final...
Ríe y baila,
sin pensar que ese candombe
redobla con dolor por tu llegada
y que ya antes de la madrugada
se acaba tu carnaval.
Sus amigas, las milongas, no sospechan por lo visto
del responso melodioso, y le obligan a tomar;
no comprenden que en la mueca de su risa ya está listo...
que lo espera aquella Dama que no sabe perdonar.
Levantando fina copa de champañe burbujante,
el vencido calavera tristemente la brindó...
y en los últimos acordes de un gotán agonizante
abrazado a dos borrachas para siempre se durmió.