Tú fuiste mi novia de la adolescencia,
la novia primera, mi verso inicial.
Llenaban mi vida tu dulce presencia,
tus besos de seda, tu risa de cristal...
Quebró nuestro idilio traidora querella
y en noche lejana, con trémula voz,
sin otros testigos que luna y estrellas
un simple capricho selló nuestro adiós...
Hoy, sin querer, fui testigo...
Tú te casabas con otro...
Un enconado reproche
laceró mi corazón...
Destino cruel... ser testigo
del propio ajusticiamiento
y ver echadas al viento
las cenizas de ilusión...
Cantaba tu dicha el órgano... Y era
la nave del templo un ascua de luz...
y sobre mis sueños, ¡oh, novia primera!
—perfume de incienso— se alzaba una cruz...
Me fui desangrando... Soñándote mía...
ahogando mi llanto y oyendo tu voz...
Soñando despierto que Dios nos unía
y que eran mentiras tu adiós y mi adiós.