Soñando con triunfos y locas quimeras,
partimos un día con rumbo a París,
llevando la gloria de la primavera
en nuestra bohemia, amable y feliz...
La ambición fue el norte que guió nuestro paso
y el triunfo un ladero, sincero y cordial,
jamás sospechamos que un día un fracaso
tan cobardemente nos iba a bandear...
El hambre
vino a golpearnos si asco.
El frío
¡cuántas veces nos fajó!
Y el recuerdo del pasado
vino a escarbar despiadado
adentro del corazón.
Un día
se apagó el último pucho,
la estufa
quemó el último carbón;
y entró tallando la miseria
en la sórdida tragedia
de su desesperación...
Y un mozo porteño que lleva un jilguero
trinando en el alma y en el corazón,
fue el amigo noble, cordial y sincero
que arrojó la cuerda de la salvación...
Y vueltos al barrio, que un día nos viera
rumbear para Europa, buscando cartel,
recordamos siempre la ayuda sincera
del cantor y amigo: ¡Carlitos Gardel!