Tiende la tarde su costal
rico en limosnas de ilusión;
hace que arrugue su ansiedad
y se embotelle su bajón.
Mucha promesa de cristal,
vida de lata y de cartón;
el caldo gris de la impiedad
lo va embriagando en un rincón.
Va tirando del carro sin clavarse en las penas
con las manos tranquilas y las pilchas ajenas,
merodeando la suerte que lo saque del barro,
va tirando del carro desafiando a la muerte.
Va pensando en la piba que lo espera en el puente
con el rito sagrado de un amargo caliente,
en el hijo que viene a endulzar el destino
perfumando el camino con semillas de amor.
El barrio exhibe su postal
de desamparo y hormigón,
vuelve a embestir la realidad
que empequeñece la razón.
Baja del carro en el fangal
abriendo un surco en el montón;
allí lo espera una verdad
que le destroza el corazón.
La injusticia lo atrapa al costado del puente,
ve a la piba tirada, desangrándose el vientre.
Ya sus ojos perdieron ese brillo divino,
el cobarde asesino se persigna la frente.
Ahora tira del carro sumergido en las penas,
la tristeza es un río que le inunda las venas.
Masticando rencores, entre tintos y barro
va tirando del carro desafiando al dolor.