Cuando me vaya del todo,
te dejaré, con mi ausencia,
con mi nombre y mi recuerdo,
la mejor de las herencias.
Te dejaré, simplemente,
lo que gané con cariño:
una vida transparente,
y una fortuna… en amigos.
Fortuna que no se amasa
con la usura de unos cobres
—Las monedas son escasas
en el mundo de los pobres—,
pero es fácil que te sobre
para vivir como yo.
Que nunca le pongo precio
al favor que se me pida:
Vale más que cuatro pesos,
mucho más, en esta vida,