Ochenta y cinco espinas en el alma,
ochenta y cinco gajos mutilados,
sostén de los capullos que arrancara
una funesta mano.
En cada rama una orfandad de rosa
que no perfumará la primavera,
el macilento tallo que no brota
al corazón lacera.
¡Ahhh... mi amor, herida en flor!
¡Ahhh... mi amor, herida en flor!
Aquél oscuro invierno desangró
la contenida savia y el verdor,
a mis jardines nunca volverán
las deshojadas rosas del ayer.
En las marchitas ramas del dolor
otro quebranto bruñe su puñal:
sólo una espina ha vuelto a florecer,
la rosa negra de la impunidad.
Para final:
AMIA amor..., ahhh, mi amor...
AMIA amor, herida en flor...
En cada rama una orfandad de rosa
que no perfumará la primavera,
ochenta y cinco gajos mutilados
al corazón laceran.
¡Ahhh... mi amor, herida en flor!
¡Ahhh... mi amor, herida en flor!