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Idolo eterno

Letra: Manuel Barros

Música: Fulvio Salamanca

(recitado)
Los hombres descubrieron que tu tienes un día
para llevarte flores y un beso tempranero
y un puñado de letras que hasta pueden ser versos
y que al dar de las doce de la noche se olvidan.

Si esos hombres me piden que te cante en tu día
tal vez porque no saben que yo siempre te canto,
con toda la crudeza que me presta la vida
que desde un mes de octubre compartimos andando.
Porque todos los días de los siglos pasados,
de este siglo presente y los siglos futuros,
me tuvieron y tienen y tendrán a tu lado,
porque todos los días, madre mía, son tuyos.

Tú traspones los tiempos,
tú superas la vida.
Santo ídolo eterno,
santa madre querida.
Yo no busco en tu nombre
el aplauso infamante
Sólo busco una aurora
de verdades más ciertas,
donde todas las cosas
tengan nombre de madre.

Yo sé bien que podría disfrazar las palabras,
resignarme al rebaño y seguir siendo oveja.
Y en lugar de la pluma agarrar la matraca,
que es ruidosa y alegre, pero frágil y hueca.
Pero yo tengo un alma y no puedo venderla
por las treinta monedas del pecado inefable.
Y esperar que las sales de las lágrimas puras,
al oír que te nombro, de los ojos resbalen.

Sólo busco una aurora
de verdades más ciertas.
Donde todas las cosas
tengan nombre de madre.