La Boca está de fiesta festeja la gringada,
el santo ‘e la madonna con con gran veneración
y allá en los malecones del muelle en la explanada
caminan los marinos en toda dirección.
Allá en una taberna un semialcoholizado,
con pinta sospechosa de antiguo malandrín,
pulsando una gitarra que el público ha rodeado
la emprende con un tango que en sol fa dice así.
¡Boca vieja!,
que de triste estoy enfermo
si te vieran los modernos
como yo te conocí.
¡Boca vieja!,
fiel ribera
que en tus noches marineras
todo un mundo sueña allí.
¡Boca vieja!,
si volvieran esos años
a escalar en los peldaños
del convento en que nací,
yo de alegre remozara
y hasta la daga lustrara
con que a pelear aprendí.
Calló el malevo al punto que muchos lagrimeaban,
quizás enternecidos por esa evocación,
y un núcleo de marinos, que al vate circundaban,
rompieron su silencio con esta exclamación:
No cantes más, buen hombre, enfunda tu guitarra,
que es mucha la amargura que vemos desbordar.
Que allá, cuando a su tiempo, soltemos las amarrar
tal vez que en otro puerto nos siga tu cantar.