Todo su amor puso en bordar
aquella mágica inicial,
que era igual a la del dueño
de su pasión sentimental...
Y al contemplar aquel ajuar
de otra mujer, se echó a soñar,
¡viéndose luminosa y bella
como una estrella
frente al altar!...
Pero pronto clavó la verdad
la aguja del desengaño...
El dueño de su ilusión
que su alma vino a robar,
y por quien dio el corazón...
¡Con otra que se iba a casar!...
Cuando lo supo, sintió
hundirse el mundo a sus pies...
y amargamente
dobló su frente,
derrotadas alma y fe...
Después tornó a su bastidor
la bordadora y sin rencor
siguió sonriendo a las gentes
escondiendo el corazón
y en un pañuelo del ajuar
bordó con lágrimas de amor
—húmeda huella de su drama—
¡el monograma de su dolor!...
Pero siempre un ensueño al morir
abre una nueva esperanza...
Y hoy sobre el fiel bastidor
dando al olvido el ayer,
en alas de otro querer
borda canciones de amor...
La aguja clava con fe
bordando alegre su ajuar
que de una estrella
bajo hasta ella
como bendición nupcial.