Yo también en otros tiempos,
que nunca olvido,
con mi amor y tu bondad,
igual que la cachila,
hice mi nido.
En tu amor calmé mi sed
mi sed y mi locura
en tu agua pura
y mi sangre con ternura
gota a gota te ofrendé.
Pero una noche un viento malo, fatal
un vendaval
sin compasión
a nuestro hogar destruyó.
Jamás pensé,
¡ay!, jamás creí
sufrir así
la fatalidad.
La congoja y la aflicción
en soledad
con sus espinas
desgarran más.
De aquel amor,
sol de juventud,
que fue un altar
hoy sólo quedó
esta angustia sin final
desolación del corazón.
Nunca más mis ojos tristes
verán tu aurora
y mi pobre corazón,
igual que la cachila,
de pena llora.
Mi tremenda soledad
se ahoga con el llanto
de mi desvelo
desde el día que hasta el cielo
el Supremo te llevó.