Quiero olvidarme de la ingrata y la perjura
que loco de dolor, maté,
mas su recuerdo siempre me tortura
y maldecirla nunca podré...
Por qué, Dios mío, permitiste que tronchara
la vida que feliz amé,
pudiste hacer que yo la perdonara
pues ya mi vida entera, la lloraré...
Con la cruz de mis dolores
voy errante por el mundo,
como un paria vagabundo
que no tiene salvación...
Para siempre, por desgracia,
se apagó mi buena estrella
y a pedazos por la huella
¡voy dejando el corazón!
Quedó en mis labios el sabor de aquella boca
que ciego de pasión, besé,
en un idilio de ilusiones locas
que eterno y puro siempre soñé...
De mi venganza, ya me encuentro arrepentido
pues la quería de verdad
y al comprender el bien que he perdido
¡es mucho más amarga, mi soledad!...