Con sus brazos de hierro, su falda de madera,
la vi esperarme ansiosa en medio del jardín.
Ni me lo imaginaba, y fue tal el asombro
que casi se desbanda mi cuore chiquilín.
Mis ojos boquiabiertos buscaron otros ojos
y en ése mismo instante sus ojos encontré
que tiernos y sonrientes me estaban invitando
a trepar una historia que nunca olvidaré.
La hamaca del patio se hizo mi amiga
volábamos lejos, alto y sin atar
mi pelo era pájaro que al aire reía,
mis piernas aladas vaivén sin edad.
Mi voz le cantó las canciones más simples,
le confió secretos en noches sin fin.
Mordió de mis penas, bebió de mis ansias
y amó mi alegría en ese jardín.
Viajamos mansamente por años estrenados,
y ya de adolescente de a ratos me alejé.
Amarradita al tronco paciente me esperaba,
devota me hamacaba, sin cuita ni porqué.
Y el día que la vida pegó su cachetada
llevándose a mi viejo tan lejos de mi amor,
la hamaca de mi patio me columpió los llantos
y acarició en mis manos aquél tiempo mejor.